venres, 21 de outubro de 2011

del latín vasum

Caen las gotas, insaciables, en el vaso de cristal. Una tras otra, empujándose rencorosas; y una figura postrada en la cama observa el perpetuo caer.
El vaso, agrietado ya, no da más de sí, la sombra de su curva silueta dibuja en la pared un imposible que difícil solución tiene ya.
Rebosa ahora, agotado, y entonces, las nuevas gotas son las que expulsan a las anteriores, que se inmolan desde la cima.
Los dos ojos, paralizados desde el lecho, intentan sacar el vaso del interior del cuarto, de las cuatro paredes que atrapan su figura y su mente, de su pequeña caverna de sombras de las sombras de las sombras de las sombras, del dichoso averno de su frustración.
Es imposible sacar todo a fuera, los ínfimos goterones en cuanto pueden se van para los lados y explotan en el suelo, como si de ahí no quisieran salir.
Tras varios intentos, el cuerpo vuelve a postrarse en la cama; y el vaso, un poco más vacío ahora, vuelve a hospedar nuevas gotas, hasta volver a llenarse y rebosar (algo así como un eterno retorno).

Es imposible sacar todo ahora, ¿lo entiendes? Si el vaso gotea no va a poder salir todo lo que hay dentro.
Para qué decir nada entonces...